Identidad social
La identidad social se determina cuando las personas reconocen su lugar en la sociedad.
La identificación social permite que cada individuo pueda realizar un autorreconocimiento del lugar que ocupa en cada grupo social al que pertenece o se ha integrado y el porqué.
Así, pues, la identificación social ayuda a los individuos a reconocer cuáles son aquellos valores, creencias, estereotipos, gustos, grupo social, poder adquisitivo, prejuicios, género, entre otros aspectos, que comparten e incluso los diferencia de otras personas.
Partiendo de los grupos sociales de los que cada quien forma parte, la persona puede determinar cuál es su identidad social y cómo se asemeja o diferencia de los demás según los rasgos que comparte con el resto de los integrantes del grupo, los cuales, a su vez, la diferencian de los otros.
Al formar una parte tan amplia de nuestro autoconcepto, de forma irremediable, los grupos determinan nuestra autoestima. Recordemos que la autoestima es una valoración emocional-afectiva que realizamos de nuestro propio autoconcepto. Por ello definirse en base a grupos de alto estatus social supondrá una alta autoestima, mientras que quienes formen parte de grupos poco valorados socialmente, tendrán que utilizar estrategias de apoyo en la identidad personal para lidiar el decremento en su valoración.
La identidad social son los aspectos de la propia imagen que se derivan de categorías sociales a las que creemos pertenecer (Tajfel & Turner, 1986). Así, cuando nos definimos como hombres o mujeres apelamos a nuestra identidad social de género y, al hacerlo, las actitudes, normas y conductas propias de nuestro grupo social pasan a formar parte de nuestra identidad personal.
Las identidades sociales tienen ventajas que las hacen beneficiosas. Así, las identidades sociales cumplen funciones psicológicas básicas como la pertenencia, el carácter distintivo, el respeto, la comprensión o significado y la agencia (Fiske, 2000). Por ejemplo, la identidad social confirma que uno pertenece a un lugar particular del mundo social.
Al mismo tiempo, también nos indica a que lugares no pertenecemos. Nos indica que somos parecidos a otras personas que nos van a mostrar respeto, pero diferentes de otras. Además, la identidad social proporciona una visión del mundo compartida desde la que puede ser interpretado y comprendido.
Por último, la identidad social nos señala que no estamos solos ya que contamos con el apoyo y la solidaridad de otros miembros del grupo.
Uno de estos componentes es el cognitivo, compuesto por un conjunto de creencias acerca de los rasgos de los miembros del grupo. Estas creencias van a conformar el estereotipo (Operanio & Fiske, 2001), que se construye sobre un mecanismo de sobregeneralización grupal.
El grado de veracidad de estas creencias suele ser reducido, pero las imágenes estereotipadas se desarrollan y persisten en el tiempo debido a que satisfacen ciertas necesidades, como justificar las acciones y conductas hacia los miembros del grupo estereotipado (Hogg & Turner, 1987).
El componente evaluativo-emocional o afectivo consiste en una evaluación negativa del grupo y de sus miembros.
Existen tres factores que van a determinar la movilidad grupal y el grado de identificación con un grupo, estos son: la permeabilidad, la estabilidad y la legitimidad.
Respecto al primer factor, la permeabilidad, los límites de los grupos se pueden percibir como permeables o impermeables (Hirschman, 1970). Si un grupo es impermeable, como el género, los miembros no podrán moverse a otro grupo; mientras que, si el grupo es permeable, piénsese en el grupo político, los miembros podrán cambiar de grupo.
La estabilidad es la medida en que las posiciones de status son estables o variables (Tajfel & Turner, 2005). Si el estatus se percibe como variable, los miembros del grupo pueden tratar de realizar acciones para mejorarlo o mantenerlo si perciben amenazas. Cuando el estatus no se percibe como variable, los miembros pueden intentar salir del grupo y unirse a otro con mayor estatus si este es bajo.
Estas pueden ser la redefinición de las características del grupo, la competición con otros grupos o la creatividad social; esto es, cambiar las dimensiones en las que se compara el grupo, cambiar los valores asignados a los atributos del grupo o elegir un grupo diferente para realizar la comparación.
Como decíamos en la introducción, todos pertenecemos a grupos. Grupos que hemos elegido y grupos en los que nos han incluido. Grupos en los que estamos a gusto y grupos de los que desearíamos salir, en ocasiones o siempre.
De una forma o de otra, nuestras identidades sociales pasan a formar parte de nuestra identidad individual de un manera tan íntima que en muchas ocasiones es muy difícil establecer fronteras.